Mientras que la retina es abastecida desde un lado por la coroides, también hay vasos sanguíneos directamente en la parte posterior del ojo, la retina.
Esta red de vasos procede de la arteria central (arteriola), que emerge directamente del nervio óptico, y cubre toda la retina. Cuanto más ramificadas estén estas ramas vasculares, menor será el diámetro de los vasos individuales.
Estos vasos especialmente pequeños son los llamados capilares, cuyo diámetro es tan pequeño que los corpúsculos sanguíneos se deforman cuando fluyen por ellos. Como el vaso principal de esta red de ramificaciones no tiene conexión con otras arterias, los vasos sanguíneos del ojo son especialmente sensibles a los trastornos metabólicos o a la hipertensión arterial.
Por este motivo, es importante realizar revisiones periódicas con un oftalmólogo, por ejemplo, si se padece hipertensión o diabetes.